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Martha Elsa Durazzo M.
Hoy, en este espacio que nos brinda El Dictamen, Decano de la Prensa Nacional, en aras de la promoción y difusión de la cultura, quiero presentarte la narrativa de Arely Huber. Que disfrutes la lectura.
ARELY HUBER
Veracruz, México. Auxiliar de la Presidente en Escritores Veracruzanos A.C., Enlace de La Casa del Poeta Peruano en el estado de Veracruz, secretaria de la Red Internacional de Escritores, representación en el Estado de Veracruz. Ha publicado en las antologías: “Poemas Dulces, 2012” Círculo Latinoamericano de Escritores Argentina. “De Veracruz al Orbe: Navío de Poetas,” Escritores Veracruzanos A.C. 2013. “Solo quince caminando entre letras”, Ehéccatl Editor, 2014, Apoyó en la compilación del libro: “Héctor, nosotros y la poesía”, Escritores Veracruzanos, A.C., 2016. Comparte su trabajo literario en diversos medios de las redes sociales y es autora del Blog “Letras en café” bajo el seudónimo: “Nocheletrada”. Ha sido editada en diversos rotativos, entre ellos EL DICTAMEN, Decano de la Prensa Nacional. Ha participado en numerosos Talleres de Creación Literaria durante más de tres años continuos, así como ha dado lectura a sus textos literarios en Encuentros de Escritores Regionales e Internacionales y en diferentes foros culturales, asimismo ha sido Moderadora en Encuentros nacionales e internacionales de cultura.
El desaire
Nueve de la noche… Andrea llega a su casa, tras pasar una agradable tarde en compañía de su mejor amiga Ma, platica con sus hijos, les revisa los cuadernos para checar que las tareas estén completas, a alguno de ellos le pregunta un cuestionario y a otro le aclara una duda en matemáticas… Les cuestiona si quieren cenar… -Sí, mami- responden los dos al unísono-, y como es habitual a cada uno le prepara el platillo de su predilección, asimismo sube las escaleras hasta llegar a su habitación para preguntarle a su marido, pero él le contesta que comenzó una dieta y que ya había merendado un cereal; tras terminar de atender a los pequeños y recoger la cocina, hasta dejarla impecable, se prepara un café y, de inmediato, decide subir a su recámara para convivir con su esposo quien recostado voltea a verla; un tanto indiferente le responde con monosílabos y continúa mirando las noticias en la televisión; Lorenzo lleva puestos unos shorts que logran excitar su libido, pues sus piernas siempre le han causado ese efecto, por ello cada vez que puede se las “chulea” y esta vez no es la excepción, le dice: -Son unos hermosos y exquisitos jamones; como siempre, él, apenado, sonríe; eso más la motiva, porque Andrea, pese a esa especie de indiferencia por las breves respuestas a la conversación que buscó establecer, se ilusiona y sospecha que él se ha puesto con cierta intención ese short; ella vislumbra, con un cierto aire romántico, la posibilidad de un encuentro físico y se interroga, mentalmente: -Y… ¿por qué no?, concluye-. Instintivamente sonríe y cual pícara soñadora determina, para apoyar el romance, pedirle que si gusta levantarse porque los niños, que vieron la televisión en su recámara, ensuciaron un tanto las sábanas; a él eso sí le gusta, así que ella saca del clóset de blancos las más pulcras y albas sábanas y, de hecho, las rocía con su perfume predilecto… eso, también, parece agradarle a Lorenzo… Ella comienza a recoger los pantalones y la camisa, en fin, toda la ropa que él dejó dispersa por su habitación y las lleva al bote de ropa sucia, junto con la toalla que húmeda estaba tirada por cualquier lugar del piso; ni hablar, sigue enamorada de su marido; a ella le gusta manifestárselo con detalles, más que decírselo, así prosigue y acomoda sus zapatos, le da un beso en la mejilla y entra a darse un baño para quitarse el olor del sudor que el día tan caluroso le había dejado en la piel y del cual le resulta molesto su aroma y teme que a Lorenzo también. -Ah, qué descanso es quitarse esa sensación pegajosa -reflexiona en la regadera-; quiere verse atractiva y oler exquisito para su esposo, así que usa el jabón francés que, haciendo un esfuerzo, adquirió recientemente y que como siempre forma parte de los escasos “lujos” que puede permitirse.
En tanto el agua se desliza por su cuerpo va recordando las piernas de su marido, su dorso, sus bellos ojos y entonces comprende que sin lugar a dudas algo de fogosidad le ha causado verlo contento -porque en él sonreír ya es síntoma de buen humor-, así como mirarlo tranquilo; lava y pone enjuague aromático en su cabello y sale de la ducha, del baño y, desnuda, camina frente a la cama matrimonial, donde él permanece inmóvil sin desviar la vista de la televisión; ella le habla y se pone de pie enfrente y comienza a untarse crema por sus extremidades…. Él la mira y vuelve a desviar la vista… Ella le vuelve a hablar y quiere acariciarlo, pero una mirada indiferente la detiene de golpe, pero ella lo ama, así que no se da por vencida y vuelve a dirigirle la palabra en tanto seca su cuerpo y aún sin ponerse su ropa de dormir comienza a cepillarse el cabello, sin prisas… Nada, la cama parece ser testigo de la absoluta frialdad de su marido, sí, esa misma cama donde procrearon esos hijos
tan maravillosos que ambos aman, donde planearon los mejores sueños, las metas de su vida y compartieron hermosos amaneceres, porque ella, en este momento, prefiere dejar en el olvido las innumerables infidelidades de él y connotar los momentos que, al menos para ella, han sido la fortaleza para resistir todos aquellos comentarios que le han hecho y que se sumaban a sus sospechas acerca de Lorenzo… Sin duda algunas veces esos motivos han levantado una especie de inmenso iceberg entre ambos, pero esta noche, como tantas otras, sus impulsos de luchar por el amor de su marido y llevar una vida normal para mantener una familia unida, han hecho derretir cualquier barrera entre los dos; está ansiosa, sus deseos de hacer el amor con él superan cualquier orgullo y razón que impida tenerlo cerca una vez más; lo desea y hoy, como tantísimas veces, quiere reconquistarlo, está decidida.
Se sienta frente a su tocador que luce lleno de fragancias, entre las cuales elige meticulosamente; se perfuma el cabello con fragancias suaves y dulces, peina una y otra vez su larga melena, al lado un sin fín de cremas que le fascina coleccionar, le permiten perfumar su cuerpo con cálidos aromas; tiene cremas de todos colores y sabores: para piel seca, normal o agrietada, para los pies, manos, codos, rodillas, partes íntimas, para el rostro, las piernas, -¡Bueno, una extensa variedad, para cada ocasión!-, pero, esta vez únicamente coloca sobre su cuerpo una que posee un delicado aroma a rosas; se sienta en una orilla de la cama, en el mejor ángulo para que su esposo no pierda detalle del ritual de enamoramiento que está realizando para él y así, a través de la mirada, comenzar a excitarlo; extiende por todo su cuerpo la crema, una y otra vez acaricia sus piernas, desliza ágilmente las manos por todo el cuerpo, agita su cabello y el ambiente de la habitación se va impregnando de un agradable aroma excitante; sutilmente apaga las luces a su alrededor, se recuesta y lentamente va acercándose a su amado esposo para acariciarle su torso lleno de vellos masculinos; a él parece desagradarle, hace un movimiento brusco tratando de demostrar que le interesa más el noticiero que todo aquel ritual que desde hace más de media hora Andrea ejecutaba enfrente… De golpe y un poco molesto le retira la mano, diciéndole que está cansado y desea dormir…
– ¿Dormir? – le pregunta ella.
-Sí -le contesta con voz firme.
– Yo mañana trabajo; tú puedes dormir todo el día si te apetece, anda duérmete, tú también, que mañana hay escuela y los niños deben levantarse temprano -Lorenzo agrega, tras el silencio de ella.
-Plop!- Andrea contiene sus impulsos, son muchos los meses transcurridos sin que exista intimidad en su relación; prefiere callar una ofensa que desea brotarle desde el sentimiento de amor frustrado y que siente que se le viene a los labios; con un sobresalto, enojada y con el desaire atravesado desde el estómago hasta el cerebro, se voltea indignada y piensa:
– ¡Eres un poco hombre!
Después se tapa la cabeza con una almohada y comienza a llorar, muchas preguntas e inseguridades, atormentantes, le abordan:
-¿Tendrá otra?
-¿Le molestará mi sobrepeso?
-¿Estaré menos atractiva que antes?
-No cabe duda, estoy fea.
-¿Ya no soy nadie ni nada para él?
-¿Habrá otra persona que sacia su intimidad?
-¿Tendrá que ver con aquello que llaman golpes silenciosos?
-Soy infeliz, muy desdichada; por más que lucho por su amor, nada logro.
… Y así en medio de las lágrimas y el desasosiego la noche se le hace inmensamente larga, sin lograr conciliar el sueño; parecía que el insomnio se había instalado en ese espacio, del otro lado se oían unos ronquidos. -¡Vaya hombre que me tocó! – exclama, entre dientes.
Después de unas horas, ya cansada y triste, el efecto de las pastillas alcanza su propósito y logra dormir; la captura un sueño tan profundo como acompañado de horribles pesadillas, con gente indeseable en sus memorias; el alba parece sorprenderle, pero al mirar el reloj del celular comprende que había perdido la noción del tiempo; para cuando logró despertar de su profunda somnolencia eran pasadas las diez de la mañana, inquieta se da cuenta que no se había levantado como de costumbre para despertar a los niños y se entera que está entrando en una crisis emocional al sentirse rechazada la noche anterior; la depresión comienza hacerse presente… Desea levantarse como ordinariamente lo hace para realizar sus quehaceres, pero una fuerza mayor a su voluntad le impide salir de la cama; permanece en posición fetal y llorando, no desea ver la luz ni hablar con nadie, el teléfono suena y no contesta, no quiere enterar a nadie de su malestar; aquellos comentarios acerca de su esposo y sus sospechas prosiguen golpeándola con fuerza y la pena que le agobia cada vez más; ideas y decisiones, le abordan y quiere dormir, para no pensar más; se siente un ser pequeñito del que nadie notaría su ausencia, porque para nadie es valiosa, concluye, y se pierde en los sueños frustrados que intentaba lograr… ¿Qué hacer? Ante lo que murmuran parece inútil su esfuerzo, ¿será cierto aquello?, ¿por eso es tan poco importante para su marido?, ¿por ello no logran ser una verdadera pareja?, ¿es aquélla la razón de los desaires, la indiferencia con la cual le trata?, ¿es por ello que él siempre cuenta a la madre de ella y a otras personas que lo ha olvidado?, ¿es así como él se justifica y pretende quedar como un esposo incomprendido, cuando ella es la desairada?, ¿o es porque ella es tan poca cosa, porque no es lo suficiente para él?, ¿en qué ha fallado ella a quien él siempre responsabiliza, pese a todos sus esfuerzos por tener su hogar inmaculado, por atender lo mejor posible a los niños y a él? Eso debe ser, por más que el la se esmere siempre será poca cosa… ¿No sería mejor morir? Sería preferible quitarle a él su pesada presencia… Está cansada de batallar. Una y otra vez durante casi dos décadas ha procurado sacar adelante su matrimonio.. Sí, es una fracasada, porque lo ama y no puede dejarlo; entonces alarga su mano hacia un frasco y un vaso con agua…
Una tierna carita, la de su hijo más pequeño, que se quedó sin ir a la escuela, le impide tomar aquél frasco de pastillas, como era su intención… lo hará más tarde, piensa- y un sonido al cual anteriormente no hizo caso, vuelve; es el teléfono, viendo a su hijito cobra algo de ánimo y descuelga el auricular; es su amiga Ma, sí, ese ángel maravilloso que en su vida apareció justo en el momento que más lo necesitaba, le pide a su hijito que se retire un momento para que no oiga; habla y le cuenta su pena a Ma quien a partir de ese momento en que le dice de su deseo de quitarse la vida, no la deja sola, le hace ver y sentir, a la distancia, lo hermoso e importante de su existencia para otras personas que la aman, su valor para batallar con sus penas, para superarse, lo importante de su presencia para sus hijos y madre, para todos sus amigos; así Ma haciéndole notar todas sus cualidades logra desviar sus intenciones; el rostro de Andrea poco a poco va tomando color y una sonrisa vuelve a dibujarse en su rostro, otra vez su ángel protector, la salva de una fuerte recaída en la depresión.
Andrea, unas horas después, se levanta a limpiar la casa y a preparar la comida; recuerda la especie de menú que le pidieron un día antes sus hijos para comer y hasta en guardarle un “antojo” a Ma quien siempre le festeja lo que guisa.
Respira hondo y piensa: -Sí mis hijos, mi madre, mis amigos y mis proyectos de vida hacen la diferencia; he de salir adelante. Tiempo, necesito tiempo y vivir por ellos.
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